Aunque nació en la ciudad de México un 25 de mayo de 1925 y murió en Tel Aviv el 7 de agosto de 194, a Rosario Castellanos escritora, periodista y diplomática se le relaciona más con Chiapas, pues desde muy pequeña, hasta la adolescencia vivió en Comitán de Domínguez.
Está considerada como una de las literatas más importantes del siglo XX. Dejó un importante catálogo de libros entre los que se encuentran Balún Canán, Oficio de Tinieblas, Mujer que sabe Latín. En su obra poética destacó por un tema recurrente: la muerte.
Escribió una obra teatral, El Eterno Femenino, que desarrolla los principios feministas. En el texto, Rosario Castellanos hace un recorrido irónico y jocoso por la historia de la mujer en México, representada por diversos personajes. Considerada como una de las pioneras del feminismo en México, debido a que dedicó una muy extensa parte de su obra y energías a la defensa de los derechos de las mujeres.
Su tumba está en el Panteón de Dolores de la Ciudad de México, en la Rotonda de las Personas Ilustres.
La obra poética y literaria de la intelectual y diplomática es posible encontrarla en el mundo digital.
Hoy que Red Social desea recordar a mujeres importantes en la lucha por el reconocimiento, ofrecemos pequeños textos relacionados con el feminismo de esta mujer, se publicó en un interesante libro titulado A ROSARIO CASTELLANOS, SUS AMIGOS. Editado con motivo de su muerte y en la que 21 extraordinarias personalidades
Escriben textos sobre ella. Julieta Campos, Dolores Castro, Beatriz Espejo, Margarita Michelena, Carlos Pellicer, Alejandro Avilés, Agustín Yañez y Elena Poniatowska, entre otros.
Se incluyó un artículo (R. Castellanos durante muchos años escribió semanalmente un editorial en Excelsior) al que tituló La Abnegación es una Virtud Loca. Solo se presentan
Pequeños fragmentos, como ejemplo:
La aportación de la mujer a la cultura en México ha sido muy importante si la consideramos únicamente desde el punto de vista cualitativo. El genio de Sor Juana cubre tres siglos de vida colonial y logra, con la riqueza de sus manifestaciones, con la variedad de sus medios expresivos, con la hondura de su pensamiento y con su don de simpatía universal, que no echemos de menos el silencio que la rodea, el vacío del que surge, la falta de contexto adecuado en que se desarrolla.
De cualquier manera no son las excepciones las que nos sirven para darnos un índice del nivel cultural de un sector de la población sino las estadísticas. Y las estadísticas que se refieren a la educación de la mujer en México, arrojan unas cifras desoladoras. Y si la cultura no es asimilada ¿cómo podrá ser producida?
Los porcentajes comparativos de la instrucción elemental de hombres y mujeres no muestran mucha diferencia si se trata de grupos de campesinos, artesanos y de obreros especializados. Pero si nos referimos a otras clases y nos elevamos a la enseñanza superior las diferencias son algo más que apreciables: alarmantes. Un 85% de profesionistas varones contra un 16% de profesionistas mujeres.
Y de estas últimas ¿cuántas ejercen la profesión que aprendieron? ¿Cuántas prefieren guardar el título en el desván de los trastos inútiles, después de haber malgastado años de esfuerzo y sumas irrecuperables de dinero que la nación invirtió en quienes no habrían de resultar productivas?
No cedamos al fácil sofisma de los antifeministas que decretan una inferioridad atribuible al sexo. El sexo, lo mismo que la raza, no constituye ninguna fatalidad biológica, histórica o social. Es solo un conjunto de condiciones, un marco de referencias concretas dentro de los cuales el género humano se esfuerza por alcanzar la plenitud en el desarrollo de sus potencialidades creadoras.
El primer argumento que acude a los labios de las feministas mas airadas que reflexivas -al comparar su situación propia con la del hombre- es la exigencia de la igualdad. Una exigencia que en tanto que es metafísica, lógica y prácticamente imposible de satisfacer, proporciona un punto de partida falso y arrastra consigo una serie de consecuencias indeseables. Además de que, en ultima instancia, no es mas que un reconocimiento del modelo de vida y de acción masculinos como los únicos factibles: como la meta que es necesario alcanzar a toda costa.
No. Si nos proponemos construir un feminismo auténtico pero, sobre todo, eficaz tenemos que partir de otros postulados, el primero de los cuales seria la investigación acuciosa, el conocimiento lo más exacto y puro que pueda alcanzarse del complejo de cualidades y defectos, de carencias y de atributos, de aspiraciones y limitaciones que definen a la mujer.
Esta investigación va a conducirnos a un descubrimiento muy importante: el de que no existe la esencia de lo femenino. Porque lo que en una cultura se considera como tal en otra o no se toma en cuenta o forma parte de las características de la masculinidad.
Pero entonces, si no existe la esencia de lo femenino tendremos que admitir que lo que existen son las encarnaciones concretas de la feminidad. La mujer fuerte del Evangelio es ya muy difícil de comparar con la astronauta soviética o con la matriarca de Kuala- Lampur.
Si esto es así resulta licito que enfoquemos nuestra atención a la problemática de la mujer mexicana contemporánea. (lep)
FOTOS: 2 de Rosario Castellanos
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