Por Luz Elena Picos
Entrevista realizada en Tijuana, B. C.
Publicada en revista BUENA VIDA
Septiembre 1986
Un desastre como madre, una nulidad como ama de casa y una artista respetuosa de su público. Así confiesa ser, en principio Rocío Jurado, aunque poco después en el transcurso de la charla al calor de la entrevista, rectifica:
“Mira, como nunca o casi nunca estoy en el hogar, pues ahí soy una nulidad; pero como madre, soy un fenómeno y ¿sabes por qué? siempre he tenido arraigado el sentimiento de la maternidad, desde que estaba pequeña, me he sentido un poco madre de mis hermanos, Gloria y Amador y hasta de mi propia madre.
“Por eso, el haber tenido a mi propia hija ha sido lo más grande, lo más extraordinario que como mujer me ha pasado. Mi hija es, digamos, la compensación materializada por todo lo que he luchado -que ha sido mucho- y por lo que he trabajado -que no he sido menos- incluso las constantes separaciones forman parte del encanto de los encuentros”.
Casada con Pedro Carrasco, otrora campeón europeo de box, él es el encargado de educar a la niña, quien por cierto, heredó el espíritu maternal de Rocío, la grande, La Jurado.
“A pesar de su escasa edad -solo tiene 9 años- mi hija es bastante madura -cuenta Rocío- con decirte que la llego a sentir un poco madre mía. Verás por qué… siempre está pendiente de mí, que si he comido a mis horas, que si descanso lo suficiente, que si mi salud está bien… incluso me aconseja: “Mami, no te disguste”, “Mami, procura cuidarte” ¡Vamos! Que la niña tiene cosas que son para adorarla.
“Aún con eso de que me reúno con ella cada que puedo, digo que soy un desastre, porque desearía estar mas tiempo con mi hija. Verla crecer, estar pendiente de cada minuto de su vida, porque eso no tiene precio. Ese constatar el desarrollo de los hijos es la máxima experiencia para cualquier madre. Mi ausencia física trato de suplirla procurando estar en comunicación con la niña”.
Minutos antes de la entrevista Rocío Jurado ha tenido un apoteótico éxito, ha entregado a su público de Tijuana, México, todo su arte sin regateos. Viéndola ahí, en el escenario del Fiesta Americana, es difícil imaginarla fuera de las candilejas o alejada del público. Es artista de la cabeza a los pies y de tiempo completo. Parecería que los seres como ella no pueden casarse, sin dejar de cumplir con la familia.
“Bueno… me resulta difícil explicarlo… primero tengo que separar a los seres que más amo: mi madre, mi hija, mi familia, mi esposo. Ellos lo son todo para mí, jamás podría definir con las mismas palabras a los seres y a las cosas. Eso ni hablar. Mi profesión, mi carrera, la tengo metida hasta los huesos, me compensa en forma total. Me llena desde que, pequeña, me plantaba a cantar.
“Digamos que como vocación, me satisface en forma absoluta. Pero como mujer, como ser humano, también tengo otras apetencias, otros deseos, inquietudes que satisfacer: ya te decía que la maternidad ha sido el colmo de la dicha. Por eso cuando estoy en un escenario, salgo como si fuera la primera y la última vez, ¡nunca me quedo con nada! Y cuando estoy con mi familia, también la disfruto a plenitud”.
Bien mirado, podría pensarse que hay un tremendo egoísmo en Rocío para satisfacer sus inquietudes de artista. Si el amor es presencia, es convivencia y La Jurado se ausenta demasiado, ¿para qué la familia? Ella, gran señora, escucha con una sonrisa abierta, cordial y con tono pícaro, responde de inmediato:
“Tu lo que quiere es que me cuerne un toro… ¿egoísta? No lo soy, porque estoy dando mucho a mucha gente. Al público le estoy ofreciendo momentos de satisfacción, de distracción, de pasarla más o menos bien. Yo procuro que sea bien. Dar cariño, entregarme en cada actuación, como yo, no creo que sea egoísmo. Lo sería si me retirara ahora, porque eso es lo que me gustaría, para dedicarle más tiempo a mi familia.
“El amor, además de ser presencia como tu dices, también es recuerdo. El amor también es pensar en los seres queridos. Con el pensamiento es con lo que se ama. Bueno, si, estamos hechos de cuerpo y alma. No niego que de vez en cuando hay que darle gusto al cuerpecito. Pero el pensamiento es el que rige nuestra existencia y es el que reconoce y es el que tiene el sentido de la relación. Mi pensamiento siempre esta con ellos”.
Para que no quede duda “amenaza” con una próxima maternidad: “para mi ya es una necesidad tener más familia; además mi hija me lo pide y yo creo que es el momento de ordenar las actividades para dejar un espacio y dedicarme a disfrutar de una nueva maternidad. Estoy segura que dentro de poco tendré otro hijo”.
De cuna humilde, en donde temprano faltó el jefe de la familia, Rocío Jurado se ha hecho sola y ha afrontado todos los compromisos de los suyos. Con orgullo, se califica autodidacta: el éxito, el cariño y el reconocimiento del público no le hacen perder la compostura.
“No quiero quejarme, estoy dedicada a esto porque me gusta, porque siento que es la forma en que me realizo a plenitud. Las renuncias, los sacrificios, son cosas lógicas que he debido pagar. El renunciar a esos momentos y a las actividades de cualquier chica joven que tiene una pandilla, que entra, sale y va… No las he tenido, puesto que he trabajado desde muy pequeña.
“He pagado en cosas y en privacidad. No he tenido vida íntima, pero esto es lógico; dicen que el que algo quiere… algo le cuesta. Para mí, de no haber sido cantante, no hay duda de que me hubiera gustado ser ¡cantante! En fin, que siempre tengo motivos para darle gracias a Dios. ¡me ha entregado tantas cosas! Por eso siempre estaré en deuda con El”.
A la gran señora nacida en Chipioca, ni el éxito, ni los aplausos, ni el reconocimiento, le hacen perder la sencillez, ni que se sienta un ser superior, con todo y que su arte la transforma en una mujer fuera de serie.
“Siempre lo tengo presente, cuando el público me aplaude y me entrega su cariño y siento su reconocimiento, para que no me monte en una nube, pienso que todo eso se lo entregan a la mujer que tiene ciertamente un don, pero que no es propio, que Dios se lo ha prestado y que en el momento en que El lo desee, me lo quita. Así ¿por qué creérmelo?
“No pienso que todo eso me haga distinta de los demás seres humanos. El hombre… la mujer, son ricos por todo lo que poseen, por su alma, por sus sentimientos, por todo lo bueno que llevan dentro de sí. Su valor nada tiene que ver con el estatus social. Lo que vale, lo que importa es eso que llevan adentro. Por eso, procuro que mi valor como ser humano se base en mi interior”.
Con todos los premios importantes a que un artista puede aspirar, incluyendo el Diploma de Honor de los cantantes flamencos, logrado por primera vez por una mujer y a los 15 años de edad; con el reconocimiento de todos los públicos, ¿qué más puede desear Rocío Jurado? No duda ni un momento en su respuesta.
“Eso de tener éxito y conformarse, para mi no existe. No vale la pena. Si esta vida tuviera un final, yo no estaría aquí, porque no me gustan los finales; se que hay algo infinito después de esta vida. Por eso, pienso seguir con inquietudes, con deseos, con gran ánimo y pasión para entregar lo que poseo y que el público que me apoya, jamás quede defraudado”.
Como despedida para nuestros lectores le pedimos a Rocío Jurado que se defina, en una palabra, como artista y mujer. Ella, en medio de una contagiosa carcajada, responde:
“Necesitaría dos o tres palabras más: Brava… pero paloma al fin”.
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