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Luz Elena Picos

RAPHAEL DE TRIUNFO EN TRIUNFO

Entrevista realizada en CDMX

 en 1984 para Revista Buena Vida

 

 

          Por Luz Elena Picos

 




“Vamos, no tiene por qué parecerte extraño.  Te explicaré…  nunca he necesitado estar nervioso porque siempre he tenido mucho éxito.  Yo fui y soy profeta en mi tierra; desde el primer momento que salí al escenario gusté mucho. Nunca me pongo de nervios pensando ¿me irá bien? ¿Me irá mal? Siempre me ha ido bien. No he pasado malos ratos.

 

Cuando habla de sus éxitos, lo hace con la naturalidad de quien ya está acostumbrado a disfrutarlos.  No es soberbio, sino realista. No presume, sino informa.

 

“Los artistas que se ponen nerviosos no llegan a ningún lado.  No me refiero a los nervios naturales de salir a un escenario, al miedo normal que da el público.  Todo eso si lo siento, pero forma parte del respeto que le debo para ofrecerle el espectáculo que espero. Por lo demás, hay que estar tranquilos y dejar venir la vida y trabajar mucho para que cuando llegue la oportunidad, estés fenomenalmente preparado.

 

“Yo desde los 14 años sabia francés, inglés y alemán.  Y es que a los 12 me pregunté ¿Qué se necesita para ser artista?: don de gentes, buena salud, saber idiomas. Entonces cuando me llegó el éxito me encontró muy preparado. Respecto a la superación, yo la hago cada día y trato de evolucionar diaria y constantemente; pero no tengo metas que cumplir. No me fijo, como los deportistas, marcas por superar”.

 

A pesar de haber iniciado su carrera a edad muy temprana, Raphael no está de acuerdo con la actual inquietud de los jóvenes por encontrar en el mundo artístico su realización.

 

“Están en una carrera desenfrenada por ser populares por ser artistas.  Eso no es bueno, porque la caída es desastrosa.   Hay quienes a los 18 años han pegado con una canción y  a los 20 años ya nadie los recuerda. Eso resulta fatal para ellos, porque acostumbrados a vivir queridos, agasajados (pues la gente los festeja mucho) cuando pasa su racha, se les acabó todo.  Quedan frustrados como seres humanos.

 

“Es muy bueno triunfar a los 14 años, como yo, pero hay que mantener el éxito para que cuando te lleguen los 40, sigas siendo el mismo.  En este asunto tienen mucha culpa, las casas de discos que inventan figuras por todos lados.  Y claro, es su negocio, no pueden vivir de dos o tres figuras.  Así que se dedican a “fabricar” artistas que les duren un año y que vendan un millón de discos”.

 

A punto de cumplir sus 25 años como artista profesional (debutó en mayo de 1959) sigue recorriendo el mundo, pisando los escenarios más importantes de países como Rusia, Francia, Italia, Estados Unidos… ¿No hay cansancio? Y a estas alturas de su vida, ¿a qué cosas puede aspirar? En tono confidencial, responde:

 

“Yo no aspiro a nada.  En mi caso no es cuestión de aspirar a algo o de sostenerse. Simplemente que me gusta lo que hago. Cuando se es artista de vocación, no hay nada de eso.  Nunca he dicho: voy a llegar a este sitio, voy a conseguir esto, voy a ir a Australia 40 veces.  Creo que he llegado a todo lo que se puede llegar, pero tampoco tuve ese propósito de llegar.

 

“Y así, tengo 200 y pico de discos de oro, que reflejan un poquito lo que ha sido mi vida discográfica. Luego el próximo año me van a entregar mi segundo disco de Uranio, que significa 100 millones de LPs vendidos.  Pero no vivo buscando ese disco que represente algo muy importante. Ni tampoco vivo a la espera de que los Reyes -de España- vayan a mis conciertos, como siempre lo hacen.

 

“Tampoco estoy cansado, porque es un trabajo que me gusta.  No, no estoy insatisfecho de nada, de estarlo, ya me habría ido, porque yo no trabajo por dinero; ni ahora ni nunca.  Me siento feliz y tranquilo con lo que hago.  Pero claro, algún día me levantaré y diré “hasta aquí” y se acabó. Te aseguro que no estaré como los toreros que se van y regresan. Yo, el día que me vaya, no volveré”.

 

Y ¿podrá vivir sin los mimos, sin los aplausos de su público? Cuesta creer que un artista que ha sido tan admirado, pueda vivir alejado de la vanidad de los halagos.

 

“Vanidosos debemos serlo en lo que se refiere a los aplausos, a la popularidad. Pero no creo que nos hagan falta para vivir.  Sí, creo que necesitamos una pequeña dosis de vanidad. Si yo no creyera que lo que hago, lo hago muy bien, no saldría a enfrentarme al público, me moriría de vergüenza.  Puedo decir: bueno, yo esto lo hago bien y deseo que lo vean.

 

 



El artista que es papá

“Pero de ahí a estar todo el día como una estatua a la que se le rinden honores, no… de ninguna manera. Además, mis hijos no me lo permitirían. Ellos me toman a broma.  Los tres: Jacobo, Manuel y Alejandra: la niña un poco menos como que tiene más respeto por el artista. Hace poco ella declaró a la revista HOLA: “A mi padre lo quiero más porque es más comprensivo”. ¡Caramba! Si será cursi la niña”.

 

Disfruta recordando a sus hijos:

 

“El otro día, al volver de una Gala –concierto- ofrecida a sus Majestades los Reyes, su madre le ha preguntado a Manuel de 5 años, ¿te ha gustado? Y el niño respondió “Bueno, si… pero jo… a mi me gusta papá cuando canta dos o tres canciones… pero jo… dos horas es muy pesado” Como comprenderás con estos hijos no se puede ser vanidoso. Te tiran por tierra y la estatua que tratas de ser queda en pedazos.

 

“Jacobo, el mayor es más responsable. Como que ya nota y aprecia el trabajo que me cuesta hacer todo para poder salir al escenario.  Pero por ejemplo, después de verme, nunca entra al camerino con grandes gritos y entusiasmo a decirme: ¡Papá que bien has estado! Simplemente se me queda mirando sin abrir la boca, se me acerca, me aprieta el brazo y me mira como diciendo Estoy contigo. Hasta ahí llega su expresividad”. Raphael ríe muy divertido.

 

¿Y cómo hace el artista que se la pasa saltando de un país a otro para estar en comunicación con sus hijos, para tomar parte en su educación?  Se pensaría que el artista, en esto último no influye para nada.

 

“Mis hijos son una calca mía –dice satisfecho-. Además a su madre, que le encanta como fui educado yo, y como me comporto en la vida, trata de que ellos también reciban este tipo de enseñanza.  Somos gente religiosa, sin fanatismo.  Todos respetamos mucho, la opinión de los demás. Somos tremendamente demócratas. Ellos pueden hacer lo que quieran, siempre que no molesten a los demás”.

 

Aunque Natalia, su esposa, es de la nobleza española, Raphael asegura que “su educación es muy parecida a la mía, aunque ciertamente de un alto, mucho más alto nivel social que el mío. ¿Noble? Sí, lo es, pero ella no tiene la culpa.  Sin embargo, su educación fue muy democrática y siempre ha hecho lo que ha querido, sin ofender a nadie.

 

“En casa, yo nunca tuve que inventar excusas, ni decir falsedades.  Mis padres respetaron mi vocación.  Es muy bueno cuando tienes una familia que te apoya. Pero a esos papás que llegan a todos lados con sus hijitos bajo el brazo y emocionados hasta la locura, diciendo que son lo mejor, ¡por Dios que no los aguanto! A los niños hay que dejarlos que disfruten de su libertad.

 

“Mi hijo Jacobo que tiene 10 años ya me dice: Papá, me voy a montar en moto y solo le respondo: “Bien, pero no salgas de la urbanización…  No, no… yo te prometo que no salgo.   Y el niño se va solo por ahí y el padre se queda en casa confiando en que tendrá cuidado y se portará bien.  Y esa misma libertad la tengo ahora. Yo le digo a mi mujer: “Me voy a Roma y le explico el itinerario.

 

“Ella, cuando mucho, comenta oye los chicos tendrán vacaciones ¿nos acercamos unos días para estar contigo? Y yo les digo pues claro ¡bienvenidos”. Pero jamás se impone como si se tratara de ordenar. Ella sabe que es mi trabajo y que si salgo de casa, es porque tengo que cumplir compromisos”.

 

Muy seguro de lo que es

El artista que desde muy jovencito ha recibido aplausos y cariño, tanto de personas muy importantes, como de gente sencilla y común, piensa que todo le ha servido para su formación como ser humano.

 

“Toma en cuenta que uno nace desnudito, sin nada. La gente que he conocido desde reyes y presidentes, hasta boleros y pescadores, algo que me han transmitido para que reúna los conocimientos que actualmente tengo sobre el ser humano.  Todo eso lo transmito aquí –señala su más reciente disco con canciones de José Luis Perales-. Conozco todos los temas que canto, los he visto”.

 

Además de las experiencias gratas, ningún resentimiento a quedado en Raphael de aquellos ataques contra su manera de actuar y moverse en el escenario.  Como despedida, expresa  su opinión al respecto.

 

“Nunca me afectó, porque todo era mentira.  Cuando una cosa es verdad, tiene que preocupar.  Por ejemplo, si me dicen que no soy alto, pues me preocupa porque no lo soy.  Entonces cuando me dicen una burrada que no es verdad, simplemente la dejo pasar.  No me puede afectar lo que no es cierto.

 

“Mira, yo tengo mis valores muy firmes, sé lo que quiero, a donde voy y por qué voy. Y lo demás me importa un comino…”.

 

FOTOS:

Raphael 2

Raphael M.

Rephael 3

 

 

 

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