Contemplaría más amaneceres
Y jugaría con más niños,
Si tuviera otra vez la vida por delante
Jorge Luis Borges
En la familia indígena y campesina, por lo general la familia desea niños, los consienten, los sobreprotegen y los “echan a perder” durante el primer año de vida.
Los bebés son vistos como sobrehumanos; no contaminados aún por pecados y errores. Reciben cariño a raudales, aún a costa de la comunidad y a veces hasta de la dignidad de ambos padres.
Pero cuando el niño empieza a caminar, la situación cambia; en muchas ocasiones ha llegado un nuevo bebé a la familia, quien toma su lugar.
La relación del hijo con el padre se convierte en asimétrica para el resto de la vida de ambos, el padre ejemplifica el rol patriarcal y el proceso de socialización se inicia, con la constante exigencia de que el hijo intente satisfacer las demandas y expectativas del padre. Cuando el padre juega a que su hijo tiene capacidad de razonar y aceptar responsabilidades, se desarrolla una mayor formalidad y la distancia es ya infranqueable. El padre está obligado a mantener una imagen en la sociedad como representante de la unión familiar y como “macho”, lo cual implica exceso de autoridad, ausencias más o menos prolongadas y en ocasiones sobre ingestión de alcohol.
Ante esta situación, la madre sobreprotege al hijo, dificultando esta aún más que él pueda resolver la pérdida de la madre, para lograr la elaboración de su masculinidad.
Para cuando el muchacho llega a la pre adolescencia, el modelo que se ha propuesto ha sido reforzada en innumerables ocasiones. Se espera que emule al padre, aprendiendo a ser “hombre” e independizándose de la solicitud materna.
Se le da valor y libertad para moverse y tomar experiencias en un mundo social que se expande y en el cual, él será el representante.
Le queda el conflicto de logar rápidamente su independencia, madurez y hombría, después de haber sido sobreprotegido y el eje central del mundo. (lep)
ESCUELA PARA PADRES
Durante el gobierno de José Guadalupe Osuna Millán (alcalde del XV Ayuntamiento de Tijuana) se apoyó un extraordinario programa, idea original de la Profa. Ma. Concepción López Sedano: Escuela Para Padres. Y la Maestra tuvo la inteligencia de convocar a tres profesionistas extraordinarias para redondear este Programa: Dra. Beatríz Machado de Acevedo, Dra. Yolanda Chávez Pier y la Dra. Georgina Serrano de Romero.
Este artículo es tomado de dicho Programa. Lo interesante es que sigue siendo un programa tan exitoso que continúa siendo vigente. Mucho ha ayudado a padres y madres de familia, asistir a tomar este curso intensivo para convertirlos en mejores personas formadoras de familia.
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