Por: EVA SOLÍS
Fotos Cortesía de Casa Belén
Todo empieza con un “se me olvidaron las llaves” o “no sé dónde dejé tal cosa” y siguen las justificaciones con “es que estoy muy cansada” o “no he dormido bien”, son pequeños cambios muy sutiles, que aparecen cada vez con más frecuencia, hasta que finalmente un día te dan el diagnóstico de Alzheimer, afirman las hermanas Irene y Mariana Barajas Franco.
Ellas han vivido la experiencia de que su abuelita falleció de Alzheimer, después de cinco años de visitar a distintos médicos y cuando le dieron el diagnóstico su mal ya estaba muy avanzado; mientras que su mamá Estefana Franco actualmente la padece desde hace nueve años y asiste de lunes a viernes a la casa de cuidado de la Fundación Alzheimer Casa Belén de BC, A.C.
“Y es que las enfermedades mentales son muy engañosas porque como no se notan físicamente, se dificulta dar un diagnóstico como es el caso del Alzheimer”, asegura Irene Barajas. Comentan que su mamá empezó con pequeños olvidos, que ella siempre justificaba diciendo que obedecían a que estaba muy cansada o porque no había dormido bien. Y “como en la familia somos muy desmemoriados, pensamos que a eso obedecía”.
Sin embargo, cuando visitaron Oaxaca con su mamá y convivieron con ella varios días, se dieron cuenta que los olvidos eran más frecuentes, ya que diariamente les preguntaba que en dónde estaban e incluso en una ocasión pasó de largo sin ver a una de sus hijas, pero ella les comentó que estaba distraída.
“El parteaguas fue cuando en el viaje los tres hermanos fuimos a comer con mi mamá a un restaurante y al terminar se acercó una chica muy amable para preguntarnos si nos hacía falta algo”, recuerdan “mi mamá siempre había sido una persona muy educada y en ese momento le empezó a gritar a la señorita y fue cuando se encendió la alerta de que algo no estaba bien”.
A su regreso a Tijuana buscaron a un geriatra con especialidad en enfermedades neurodegenerativas, quien realizó diversos estudios para descartar los factores que pueden afectar la memoria, como son la diabetes, la presión alta, padecimientos en la tiroides, entre otros, ya que reconoció que no era fácil dar un diagnóstico.
“Cuando nos dijeron que mi mamá tenía Alzheimer fue un descanso para nosotros porque terminaba la incertidumbre y empezaba otro proceso como cuidarla en su casa”, agregan, “pero como se les olvidan las cosas pueden llegar a ingerir varias medicinas en un periodo corto o tomarse todo un frasco de antibiótico por no recordar la dosis”.
El médico ya les había advertido que cada día se iban a acentuar más los olvidos y las hermanas empezaron a ver que su mamá se salía de su casa – lo que representaba un riesgo de que no recordara cómo regresar- o se caía, y ella seguía tratando de ocultar las cosas.
Irene se llevó a su mamá a su casa, donde vive con su esposo y sus hijos, pero no fue tarea fácil porque en el afán de que tuviera alguna actividad la ayudaba a guardar la loza o a barrer, llegaron a tener hasta cuatro escobas, y esto resultaba contraproducente debido a que “era la búsqueda del tesoro para encontrar las cosas o todo el día quería estar detrás de mí”.
Un día que Irene llevó unos garrafones a una planta de agua, cerca de este comercio vio el letrero de la Fundación Alzheimer, por lo que solicitó información y así se enteró de la casa de cuidado. Debido a que era pandemia no aceptaban a nuevos integrantes, y cuando ya pudo llevar a su mamá para Irene representó “encontrar el oasis en el desierto”
Actualmente, Estefana tiene 76 años de edad y se encuentra en etapa cuatro. Todavía reconoce a sus hijos y a sus nietos, ya no recuerda a sus hermanos ni a sus sobrinos. Ella pidió que cuando ya no pueda comer “que hasta ahí llegue”.
Las hermanas Barajas Franco consideran que si bien esta enfermedad “es muy cruel”, que se presenta más en las mujeres y desgasta a la familia, también es una oportunidad para sanar porque te enseña mucho de la capacidad que puedes tener para desarrollar la paciencia y cuidar a las personas de la tercera edad. “No todo es negro en esta enfermedad, enseña mucho al que quiere aprender”, asegura Irene.
Recomiendan decirle el diagnóstico al enfermo cuando todavía puede decidir hasta dónde llegar con el tratamiento, para que haga su testamento o busque reconciliarse con algunas personas, además de que es importante grabarlo y que así quede su testimonio. “Nadie muere de Alzheimer, sino de las complicaciones”, agrega Mariana Barajas.
“También se requiere que tanto los bancos como las instituciones consideren a este tipo de enfermos, porque luego solicitan que acuda personalmente a realizar los trámites, cuando ya no pueden hacerlo y legalmente en México no existe la figura del cuidador”, afirman.
Enfatizan que se requiere considerar qué pasará con el enfermo cuando llegue a una etapa terminal, cómo enfrentar los gastos en una emergencia y en dónde será atendido, así como adquirir con anticipación un plan funerario. Y sobre todo “que se preparen para el proceso de la muerte”.
La única manera de tratar de evitar esta enfermedad es realizando nuevas conexiones neuronales, como estudiar algo nuevo, hacer juegos mentales, aprender una nueva actividad, en una palabra: mantener el cerebro ocupado, sugieren. “Lo único que no hay que hacer es permitir que el miedo nos paralice”, comenta Mariana.
“Yo voy a enterrar a mi mamá dos veces: la primera cuando ya no me reconozca y la segunda cuando ella muera físicamente”, asegura Irene Barajas.
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