Estamos muy lejos la justicia social.
La utopía fijada en el alma de todos los hombres de buena voluntad es que en la política logre un día una sociedad sin pobres que acabe con todas las injusticias que cometemos unos contra otros en este mundo. Esa «utopía» tomada en el sentido de ideal o de aspiración legítima, debe seguir existiendo en toda buena persona para disponerla a aportar algo de lo propio a los demás como los cinco panes y los dos peces que regaló aquel joven del Evangelio y los bienes con los que los ciudadanos comunes contribuyen para ayudar a los pobres. Estas aportaciones se multiplican en la sociedad cuando las ponen organizaciones de la Sociedad Civil. Esta solidaridad da mayores rendimientos.
Jesús afirma en el evangelio que siempre tendremos pobres entre nosotros. En este caso esa pobreza, abarca las necesidades materiales y espirituales más elementales que se enumeran en los informes acerca de la situación económica pero siempre hay muchos dolores y carencias que no se pueden cuantificar económicamente. Cuando, por ejemplo, se nos habla de consolar al triste, tal obra de misericordia excede a la pobreza material y no puede ser cuantificada y para poderla lograr se necesita involucrar la solidaridad de muchos. Pero para qué ir tan lejos. De los casi ocho mil millones de habitantes en nuestro planeta, la mitad padecen pobrezas materiales graves y alrededor de mil millones padece pobreza extrema. Así que estamos muy lejos de vivir en un mundo justo.
Para aliviar un sufrimiento humano hay que poner en juego todo lo que somos e intentar hacerlo con alegría y con extremo desprendimiento. Los Estados no se bastan para ello, es necesaria siempre la colaboración de la Sociedad Civil, aunque esto incomode a los gobiernos electoreros.
La caridad cristiana que, sin duda es inspirada por Dios y empieza, pero no se agota en ella, por la empatía con los que más sufren.
El Papa Francisco afirmó que «no compartir los propios bienes con los pobres es robarles y quitarles la vida, y explicó que la gran crisis financiera mundial se debe al rechazo de Dios que resulta "peligroso" para los ricos porque les recuerda constantemente su deber de solidaridad y de volver a la ética.» Aquí se refirió a los deberes de justicia que tenemos todas las personas, en un mundo que aunque tiene grandes avances en materia de salud, de comunicación y de educación "...la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo siguen viviendo en una precariedad diaria, con consecuencias desastrosas". "Una de las causas de esta situación, —opina Francisco— radica en la relación que tenemos con el dinero, en aceptar su dominio sobre nosotros y nuestras sociedades. Así, la crisis financiera que estamos atravesando nos hace olvidar su origen primero, situado en una profunda crisis antropológica. ¡En la negación de la primacía del hombre! Hemos creado nuevos ídolos".
En suma, el Papa invita a todos a no tener miedo de ofrecer su contribución al desarrollo de los países por medio de iniciativas y actitudes inspiradas en las Sagradas Escrituras.
El voluntariado de Baja California que ayuda a combatir las injusticias y el sufrimiento de los más pobres lleva veintitrés años ininterrumpidos de ser reconocido en sus acciones más generosas por el Premio Estatal al Altruismo que fundó el patronato de esta Gaceta y que siempre ha sido determinado por un jurado imparcial.
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