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Editorial febrero 2023

No hay peor ciego que el que no quiere ver


¿Cuál viene siendo la diferencia entre aquel déspota que dijo «El Estado soy yo» y el autócrata que actualmente sostiene el dogma de que la Sociedad Civil no existe, y que se trata de un invento de los conservadores?

El progreso de la humanidad siempre ha dependido de acuerdos políticos mínimos entre gobernantes y gobernados y entre sí. La civilidad política siempre ha dependido de, al menos, un mínimo de consentimiento para aceptar la transición pacífica en los cambios de gobierno y para aprobar o consentir lo que ha de tenerse como el Derecho al que todos deberemos obedecer.

Encarnar el Estado, que incluye gobernantes y gobernados en un déspota, sea éste persona u oligarquía, siempre ha sido demagogia convenenciera, como la de aquel Virrey de México que sostenía que el pueblo había nacido para callar y obedecer.

Es propio de acomplejados y resentidos afirmar que porque hubo conquista y colonia, México nació de una imposición tiránica y no de un mínimo de concordia entre pueblos originarios, aliados unos a los conquistadores, españoles, mestizos nacientes y criollos y que, con tropezones, injusticias, aciertos y errores, construimos, entre todos, la Suave Patria en cuya alcancía metimos todo el amor, toda la belleza y toda la verdad que nos han dejado incluir.

De que haya habido instituciones que los criminales aprovechan para cometer sus fechorías no descalifica ninguna de las buenas intenciones manifestadas, ni menos los hechos positivos que ha dejado el consenso y el amor a una Patria que es de todos, buenos y malos, y aun los que han cometido traiciones a los ideales que alguna vez se fijaron como la visión y la misión a realizar por dichas instituciones que pretendieron alguna vez servir a todos, por más que hayan sido usadas por algunos para traicionar a todos.

Ver lo bueno que ha habido en nuestro pasado histórico, a pesar de los errores y traiciones es cosa de gente que use los ojos para ver y la inteligencia para discernir y distinguir lo hechos buenos realizados de los malos. Ni todo es negro ni todo es blanco.

La independencia nacional se logró por un consenso predominante que en 1821 hubo entre peninsulares, criollos, mestizos y pueblos originarios. Iturbide lideró el que ese consenso se convirtiera en derecho cumplido y en un hecho: la independencia que se convirtió en la realidad. No fue cosa de un líder iluminado sino de un pueblo anhelante de ser él mismo y de determinar su manera de gobernarse y de ser feliz. Por supuesto, en el transcurso de la historia, los diversos pueblos se han equivocado varias veces y, en el fondo de todas las equivocaciones, ha estado la corrupción y el afán del poder por el poder y del enriquecimiento sin límites de algunos. Antonio López de Santa Anna no es el único que ha vendido la Mesilla.

Pero eso de ver los hechos del pasado con ojos que quieran ver y con inteligencia que quiera entender lo sucedido con algún conocimiento de causa, no depende sólo de tener ojos e inteligencia, depende también de QUERER HACERLO.

Cuando en la política un gobierno quiere confundirse con el Estado y negar la existencia y las buenas obras de la Sociedad Civil es que quiere ser el único benefactor de la gente, acaparar los favores de un pueblo en las próximas elecciones y con ello nos está diciendo:

"Sólo soy yo el que ve por los pobres"

"Sólo soy yo único benefactor de los desamparados y el único que les hace justicia"

¿De qué han servido, entonces cerca de cien años en que aquí en Baja California los asilos, orfanatos, casas de los pobres, comedores gratuitos, refugios ciudadanos, agrupaciones de artistas y de educadores, defensores de los derechos humanos, institutos deportivos, agrupaciones religiosas fundados y sostenidos por los ciudadanos independientes del gobierno, sí sólo han de ser los gobiernos los que acaparen todas las buenas obras que han de realizarse en la sociedad? La intención electorera es evidente. Ese abandono a su suerte de todas estas instituciones benefactoras espontáneas y desinteresadas que proviene de personas que NO forman parte del gobierno y que se han esmerado en beneficiar a los más pobres es evidente y se debe a la ceguera espiritual y moral de los gobiernos actuales.

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