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Javier Prieto A.

Editorial abril 2024


Gobernar, Democracia, Transparencia.

            Son tres poderes los del Gobierno. El ejecutivo administra dentro del marco jurídico de las Leyes existentes. El Legislativo se supone que actualiza la legislación y vigila que el Ejecutivo administre bien, los bienes, el dinero y los servicios de todos y lo haga de manera congruente y honorable. El Poder Judicial está encargado de resolver todos los conflictos que se presenten entre gobernantes y gobernados y también entre particulares, interpretando y aplicando bien la ley.

            El Gobierno se supone que debe surgir de la democracia: del libre voto de los ciudadanos y de elecciones verdaderas, auténticas, en que compitan diversos partidos y candidatos con equidad. Hay que decir que un gobierno democrático, lo primero que respeta y promueve entre los ciudadanos y las Organizaciones de la Sociedad Civil y los demás organismos no gubernamentales es que surjan de manera auténticamente democrática y que tomen sus decisiones, al igual que el poder legislativo, después de una ordenada y suficiente deliberación y de una votación auténticamente libre y mayoritaria. Su primer deber, es respetar la democracia de estas organizaciones y promover con ellas y con sus miembros un diálogo respetuoso y libre. Ningún gobierno debe cooptar ni asociaciones ni ciudadanos para nombrar incondicionales que se plieguen a las conveniencias de la corrupción.

            Es la transparencia una de las exigencias de todo gobierno sujeto a la democracia y que quiera actuar y rendir cuentas conforme lo exige el Derecho: desde la Constitución de la República hasta las leyes y reglamentos más modestos.

¿Qué es lo que pierde a los gobiernos, a la democracia y a la transparencia?:

La corrupción.

En el momento mismo en que un miembro del Poder Ejecutivo o una Secretaría de Estado sea municipal, estatal o federal, empieza a trampear con los votos, o logra comprar la incondicionalidad de los ciudadanos o de los representantes de las organizaciones, en ese momento, se da al traste con la democracia, con la transparencia, con la legalidad y con el gobierno mismo.

            La mejor manera de gobernar mal es no tener ni cifras precisas ni un inventario completo de los más graves problemas e injusticias que sufren los gobernados. Cuando no se tienen planes de gobierno. Cuando los dineros se administran al capricho del gobernante en turno, cuando se compran votos o elecciones, cuando se corrompe a los representantes de un organismo y, en vez de un diálogo auténtico con los gobernados, se inaugura un sistema de simulación y arbitrariedad, los gobiernos se corrompen y el derecho y la justicia desaparecen,

            El disgusto tan grande que existe entre la ciudadanía en esta antesala del cambio democrático del año 18 que todos deseamos que se dé de manera auténtica, se debe precisamente a la existencia de, prácticamente, todos los males que hemos enumerado en este Editorial. A nadie puede ocultarse que hay gente furiosa que quiere que cesen ya la corrupción, la opacidad, el enriquecimiento simulado y la ausencia de justicia y de seguridad. Que la impunidad se ha convertido en algo insoportable que tiene ya muy justamente enojados a casi todos los mexicanos.

 

Nota: En memoria del Lic. Javier Prieto Aceves (QEPD) presentamos editoriales que firmó como Lic. Vidriera y que aquí se publicaron durante más de 24 años. Son reflexiones intemporales.  El presente se publicó en la gaceta #211 abril 2018.

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